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martes, 10 de diciembre de 2013

Un día de aventura

   Alicia comienza el día sin ganas. Se sienta delante del ordenador, mira la pantalla sin ver nada. Piensa en el día que le espera sin esperanzas de que su situación mejore. El aburrimiento le pone de mal humor. Pero de repente oye sobresaltada el timbre de la puerta. En breves momentos la única persona que podía alegrarle el día esta ahí mismo, delante de ella. Se ha presentado en su casa sin previo aviso, y eso, la ánima más que nada. Al lado, una bici roja y grande reluce con la luz que entra por la ventana.

-¡Vamos!-dice- ¡Hace un día estupendo y hay que aprovecharlo!

   En un momento se ducha y se pone ropa adecuada, cogen las bicis y salen a las afueras de la ciudad andando, ya que no se siente todavía confiada de ir montada entre la multitud. Una vez que han llegado al campo empiezan a pedalear, disfrutando del viento rozando en sus mejillas, el sol sofocante calentando la piel, las respiraciónes agitada por el ejercicio  y sobre todo, un paisaje que no suelen contemplar. Y cada minuto se alejan más de la urbe, dejan el carril bici y entran en caminos de tierra. Huertos, árboles, aire fresco. Por suerte tienen provisiones para el resto del día.

   Después de la comida, se meten por una bifurcación del camino, unos metros mas haya no hay mas que agua. El río, no es lo que se dice el más bonito del mundo Es de color marrón, y está en calma. De vez en cuando un pez salta, dando a Alicia un susto tras otro. Se siente en sintonía con la naturaleza, se siente identificada: salvaje, muy lejos de ser perfecta pero bella, como puede ser bello algo de muy diferentes maneras. Se descalza y va caminando por la tierra, procurando no hacerse mucho daño, ya que Alicia tiene las plantas de los pies muy sensibles. Llega a la orilla, que es simplemente un barrizal. Pero ella disfruta de la sensación fresca y suave del barro, del agua refrescando sus pantorrillas. Serán las 2 o las 3 de la tarde, es verano y hace mucho calor, pero en ese instante el frío del agua recorre todo su cuerpo. Mira hacia atrás, todo tirado por el suelo, incluso su acompañante, que mientras tanto ha puesto música de fondo. Se acerca, se tumba a su lado y mientras escucha la melodía que se mezcla con el canto de los pájaros, observa las ramas de los arboles, jugueteando con los rayos del sol y la brisa del verano. Pasan los minutos lentamente y Alicia solo siente paz y armonía entre su cuerpo y su mente.


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